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27 sept 2014

De cómo la Infanta Teresa casola su padre con Almanzor.



A finales del siglo X, Vermudo II de León, como el resto de los reyes del Continente (como hice referencia a Basilio II, o la llegada de los Capeto), también tuvo contestación de los nobles de su reino, principalmente de Galicia y de Castilla.

Vermudo II dejó de pagar tributo a Córdoba en aquellos tiempos convulsos, por lo que Almanzor, el califa "de hecho" de Córdoba, atacó la capital del reino de León, haciendo que su rey se refugiase en la bien amurallada ciudad de Zamora. Atacada Zamora, Vermudo II se refugió en Galicia. Así las cosas, Almanzor confió las tierras reconquistadas de León al conde de Saldaña García Gómez.

Y, una vez más vuelvo a anotar sobre el condado de Saldaña.

Vermudo II, dio en pago a Almanzor como tributo a su hija Teresa en condición de esclava. Pero la Infanta hizo que la emancipara y la hiciera su esposa. Sin embargo, Teresa le pudo condiciones de principios: "Yo soy Cristiana, e tú eres moro, e non ha menester que me tengas, ca yo non quiero hacer companna con home de otra ley: e digote que si pusieres mano en mí, o me fizieres pesar, que te matará luego el Ángel de aquel mi Señor Iesu Christo en quien yo creo."

No tuvo hijos y, tras enviudar, en el convento de San Pelayo de Oviedo, de monja hasta su muerte hizo. Era el 25 de Abril del año 1036.

Si así acató la voluntad de su padre, no se puede dejar de escuchar como ella tomó tal afrenta como mujer, como hija y como cristiana. Así decía a quienes sin vergüenza alguna la conducían ante Almanzor, a la vez que le rogaban que intercediese en su favor ante quien iba a ser su señor:

"Una nación debe confiar la guarda de su honor en las lanzas de sus guerreros y no en los encantos de sus mujeres." Los nobles leoneses no sintieron arrepentimiento y ante Almanzor la llevaron. De estos hechos, el romance dice:

"La infanta, desque lo supo,
gran sentimiento ha mostrado;
Las ropas que traía vestidas,
de arriba abajo ha rasgado;
Su cara y rubios cabellos
muy mal los había tratado.
¡Ay de mi, decía la infanta,
cómo te cubrió mal hado;
Mi mocedad y frescura,
qué mal la has empleado!
Estas palabras diciendo,
por tierra se ha desmayado"

Ya Doña Teresa ante Almanzor le espetó:

 "Yo soy Cristiana, e tú eres moro, e non ha menester que me tengas, ca yo non quiero hacer companna con home de otra ley: e digote que si pusieres mano en mí, o me fizieres pesar, que te matará luego el Ángel de aquel mi Señor Iesu Christo en quien yo creo"



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